El Paisa

El origen de este negocio proviene de un profundo gusto por el trabajo de campo, una pasión que adquirí desde niño gracias a mi abuelo. Él me dejó muchas enseñanzas valiosas acerca de los animales y el trabajo con ellos, enseñanzas que han guiado mi camino desde entonces.

Durante mi adolescencia, tomé una decisión que cambiaría mi vida: abandoné la escuela secundaria para ir a trabajar como peón rural en una estancia de 7,000 hectáreas en el partido de Ayacucho. En ese entorno, enfrenté los desafíos del trabajo duro y aprendí a valorar cada herramienta y recurso a mi disposición.

Con el tiempo, las herramientas de mi trabajo, tales como riendas, cabezadas y bozales, comenzaron a deteriorarse. Sin los medios para reemplazarlas, me vi obligado a ingeniármelas para repararlas como podía. Fue en esos momentos de necesidad cuando despertó en mí una pasión por el arte de la soguería.

A mis 20 años, me mudé a la ciudad de Tandil, donde tuve la fortuna de conocer a varios sogueros dispuestos a enseñarme los secretos de esta noble profesión. Tiempo después, tuve la oportunidad de acceder a un taller donde se impartía la enseñanza de este oficio. Con sacrificio y esfuerzo, comencé a ganar dinero gracias a mi dedicación y habilidad.

Conforme pasaban los años, fui adquiriendo cada vez más experiencia y especializándome en la fabricación de cuchillos. Este camino me ha llevado a perfeccionar mi arte y a establecerme en una profesión que, hoy en día, llevo transitando con orgullo por más de 25 años. Esta profesión, comúnmente denominada “SOGUERÍA”, es mucho más que un oficio para mí; es una forma de vida que me conecta con mis raíces y me permite compartir mi pasión con el mundo.

El Paisa

El origen de este negocio proviene de un profundo gusto por el trabajo de campo, una pasión que adquirí desde niño gracias a mi abuelo. Él me dejó muchas enseñanzas valiosas acerca de los animales y el trabajo con ellos, enseñanzas que han guiado mi camino desde entonces.

Durante mi adolescencia, tomé una decisión que cambiaría mi vida: abandoné la escuela secundaria para ir a trabajar como peón rural en una estancia de 7,000 hectáreas en el partido de Ayacucho. En ese entorno, enfrenté los desafíos del trabajo duro y aprendí a valorar cada herramienta y recurso a mi disposición.

Con el tiempo, las herramientas de mi trabajo, tales como riendas, cabezadas y bozales, comenzaron a deteriorarse. Sin los medios para reemplazarlas, me vi obligado a ingeniármelas para repararlas como podía. Fue en esos momentos de necesidad cuando despertó en mí una pasión por el arte de la soguería.

A mis 20 años, me mudé a la ciudad de Tandil, donde tuve la fortuna de conocer a varios sogueros dispuestos a enseñarme los secretos de esta noble profesión. Tiempo después, tuve la oportunidad de acceder a un taller donde se impartía la enseñanza de este oficio. Con sacrificio y esfuerzo, comencé a ganar dinero gracias a mi dedicación y habilidad.

Conforme pasaban los años, fui adquiriendo cada vez más experiencia y especializándome en la fabricación de cuchillos. Este camino me ha llevado a perfeccionar mi arte y a establecerme en una profesión que, hoy en día, llevo transitando con orgullo por más de 25 años. Esta profesión, comúnmente denominada “SOGUERÍA”, es mucho más que un oficio para mí; es una forma de vida que me conecta con mis raíces y me permite compartir mi pasión con el mundo.